La misma alumna de la Escuela de Arte «Pancho Lasso» (Arrecife) que obtuvo el segundo premio, Magdalena Corujo Guerra, ha quedado finalista con la siguiente narración corta:
«Volcanes»
En las noches de oleaje emocional solía subirme a los lomos de los vientos alisios y sobrevolaba la isla. Cuando llegaba a la zona dormida, me dedicaba a mirar los volcanes que dormitaban bajo mis piernas al aire y oía sus ronquidos entre el ronroneo del viento. Me gustaba estirar mi mano y mover mis dedos, como si les estuviera haciendo cosquillas, como si pudiera así despertarlos. Entonces sonreía al imaginarlos despiertos. Al imaginar la lava solidificando sueños. Yo fantaseaba con hacerlos explotar, quería despertar a todos los volcanes. Yo siempre me preguntaba que si no estaban aburridos de dormir durante tantos años.
Y ante ese pensamiento, algo se removía entre mis costillas y me mordía el labio. Porque yo me sentía un volcán. Un volcán que llevaba dieciséis años dormitando. Que soñaba su vida en vez de vivirla.
Ahí es cuando me acuerdo de Mago y de sus constantes: «explota, explota, explota» Y me entra el frío y me acurruco en mis propios brazos, oteando mis muñecas, viendo la lava correr por mis venas.
Y siento temblores en los talones, la sonrisa traviesa en mi cara y las ganas de todo en el alma. Y entonces entro en erupción y comienzo a imaginar todo lo que eso podría desatar. Al cabo de unas horas siempre acabo despertándome en mi cama, porque me vuelvo a quedar dormida sobre el lomo de los vientos, dejando lo de explotar, para otro momento.